Llegó el día.
Yo sabía que algún día me iba a cansar de tu color gris. Por fin llegó el momento en que tus labios me parecen aburridos y estar contigo me resulta una pérdida de tiempo.
Llegó el día en que por fin reconozco que he estado más enamorada del mito que he construido de ti que de ti mismo. Qué porquería esta tendencia mía a la idealización. ¿Por qué tengo siempre que verte como un Dios? Hace tiempo que dejaste de serlo.
En otros tiempos me he obligado a mí misma a olvidarte… sin éxito. Pero ahora, por una cuestión de desgaste natural, mi cuerpo bosteza cuando te ve… Y mi corazón prefiere acostarse a dormir que seguir latiendo por ti.
Ya está bueno. Hay muchas cosas interesantes en la vida para seguir enganchada a un vagón atascado en los rieles de la repetición. Qué fastidio me das.
Adios