Hoy escribo esto a manera de pellizco, a ver si es cierto lo que estoy viviendo…
Desde ese momento mágico en el que me enamoré de un argentino con sólo escuchar su acento irresistible, estoy soñando con ir a Buenos Aires. Y aquí voy, montada en un avión de Aerolíneas Argentinas a 10.000 metros de altura, escuchando un tango de Osvaldo Pugliese que ya huele a Plaza de Mayo, a Corrientes, a Puerto Madero y a todos esos rincones que la gente me ha mencionado con adoración y que yo hasta ahora sólo había podido anhelar.
No sé si estos pocos días alcanzarán para todo el plan de ruta que llevo en mi cabeza, haría falta quizás detenerse a vivir un año en Buenos Aires a ver si consigo revolverle las calles y pulsarle la vida como yo quisiera.
Mis amigos argentinos, los más bellos del mundo, pacientemente se han dedicado a organizarme el itinerario para darle un canal apropiado a mis deseos y evitar que me pierda entre los ardores de querer conocerlo todo en segundos.
Y al parecer, la última en viajar a Argentina soy yo… pues todo el mundo tiene un cuento de Buenos Aires: que si la carne es maravillosamente suave, que Recoleta es lo más chic de Latinoamérica, que no hay botas de cuero como las del sur y que los hombres porteños son los más apetecibles del continente pues combinan atractivo con dulzura e inteligencia. Algunas hasta me han pedido que les lleve uno…
Cada hora de vuelo se me antoja feliz mientras me acerque un poquito más al Gran País del Sur; sentada aquí en mi puesto 23C, entre historias románticas, voces melodiosas y un bandoneón de fondo, la sonrisa no me cabe en el rostro.
No he pisado Argentina y ya me encanta.
Bien, ya hoy debes estar en Buenos Aires…
Disfruta!
Has trabajado bastante, te lo mereces. Que bien que lo lograste 😉 un abrazo che!
Proba escuchar un tango de Piazzolla, solo eso y te terminas de encantar..