Carta a mi mejor amiga

Parece mentira que ya hayan pasado 20 años desde que nos conocimos… tenemos una historia en común, un crecimiento en conjunto y ese lazo es uno de los más importantes de mi vida.

Yo tengo miles de memorias contigo. Recuerdo cuando nos montábamos cantando en los autobuses y la gente nos miraba como si estuviéramos locas ( y lo estábamos), o cuando nos fuimos pidiendo cola hasta un club privado y enamoramos al vigilante para que nos dejara pasar a la piscina…
Recuerdo también el día de mis quince años, cuando estuviste ahí bailando conmigo y sintiéndonos un poco cursis con eso de ser ya «señoritas».

Hemos inventado mil cosas, unas buenas y unas malas, pero todas nuestras. Hemos compartido hasta los novios!! Jejejejejejje!!! ¡Dime tú si eso no es una buena amistad, nojoda!

Lo malo fue tener que mudarme de ciudad y no seguir construyendo momentos históricos a nuestro estilo. Recuerdo que al llegar aquí las muchachas me parecían de lo más mojigatas, todas se horrorizaban con mis cuentos, así que terminé teniendo más amigos hombres (y honestos) que mujeres.
Ninguna llegaba al nivel de mi mejor amiga…

Lo bueno de esta relación es que no está contaminada con esa actitud estúpida de entrar en competencia. Que si tú eres más bonita, que si yo soy más inteligente, que a ti los hombres te persiguen, que yo gano más que tú y tonterías por el estilo. Gracias a Dios, ambas estamos conscientes de que cada una es espectacular a su manera y no hay necesidad de pelearse el primer puesto.
Hasta tu papá me lo dijo hace como un mes: «Yo te quiero mucho, Andreína, eres una verdadera amiga de mi hija, su relación se mantiene con los años y yo simplemente te tengo un gran cariño por eso». Me dejó en shock!!!

Y en estos últimos días, me he dado cuenta de que nuestras vidas han cambiado, ya cada una tiene un sendero distinto, pero nuestra amistad continúa y se hace fuerte con el tiempo. Eres una mano vital que no se detiene a juzgar sino que está siempre dispuesta a comprender.

En estos días he comprobado que tú, verdadera amiga, no está con pendejadas como las otras, que eres la que dice «Aquí estoy pa’ defenderte, ami, ¿cuántos son?»

Que Dios te bendiga y te mantenga ese espíritu de lucha y ese corazón de oro que tienes.
Te quiero mucho.

Mi amigo perseguido

preso

Hace tiempo conocí a alguien que se convirtió poco a poco en amigo, todo un señor con una familia preciosa. Tanto él como su gente fueron desde el principio una fuente abundante de espiritualidad y orientación para mí y para muchos otros.
Una verdadera vocación de fé, una palabra de aliento cada vez que lo hemos necesitado.

Una noche, por una de esas cacerías de brujas que hace este gobierno que se regodea en el ajuste de cuentas, mi amigo debió esconderse de la justicia.
Una justicia politiquera que vino a su casa a sacarle de su cama para acusarlo de una gestión pública corrupta. ¿Con qué moral?

Y sí, muchos me dirán «Bueno, pero si se esconde… no será por santo». Lo cierto es que el tratamiento que se le está dando a este caso particular, que afecta no sólo a mi amigo sino a varias personas involucradas, está bastante lejos de un estado de derecho. Y no hay santidad que se entregue sin reservas a lo que está contaminado desde el principio, a menos que seas, no sé… Jesucristo.
Creo que la forma de aplicar justicia en esta historia particular ha sido más bien la de «Pásame ese carajo pa’ allá, pa’l cuartico y que nadie le dé comida hasta que yo no lo ordene, por ladrón».

Por esa razón, por miedo a podrirse en un cuartico es que mi amigo no sale a la luz. Ha preferido quedarse metido en un escondrijo que nadie conoce y desde allí envía saludos y bendiciones.
Nada de celulares, porque ya la familia sabe que están intervenidos; nada de mails, nada de comunicación que pueda ser interceptada.
¿Paranoia de persecución? Al parecer no, al parecer nada es suficiente para proteger su integridad.

Y además me pregunto: si realmente su gestión fue corrupta, ¿por qué vive en una casa apenas más grande que la mía? ¿por qué a veces no le alcanzaba para pagar el celular? ¿Por qué su familia se mantiene con una tiendita de libros en el centro y no con un complejo turístico en Margarita?

Yo no digo que su conducta sea errada o correcta. No puedo decir si su gestión fue corrupta u honesta, pero entiendo su miedo y me duele verlo alejado de su gente.

Si debe ponerse a la orden de la justicia, está bien. Pero que esa justicia sea realmente justa, dispuesta a desarrollar una investigación y a poner todos los argumentos en la balanza.
No a establecer un juicio donde mi amigo ya perdió de antemano.

La importancia de estar presente

No importa cuántas maromas haya hecho yo para llegar a aquel evento donde era madrina…. Al final, llegué tarde y no subí al escenario cuando dijeron mi nombre.
No importa cuánto haya soñado mi papá con bailar el vals con mi hermana en sus quince años… si al final no se preparó para venir a acompañarla.
No importa cuánto haya acelerado yo el carro para llegar a la boda de mi prima, si al final llegué sólo a la fiesta y no la vi entrando a la iglesia.
No importa qué tanto haya deseado yo ir a despedir a Patty al aeropuerto cuando se fue para Dinamarca … si al final el dichoso trabajo no me dio respiro para darle un abrazo.
Importa cuando entras en las fotos que se recordarán dentro de veinte años, cuando tu amigo te dice que está feliz porque viniste, cuando ayudas a que los nervios de un momento importante se calmen.
Importa cuando colaboras inflando los globos o cortando queso, cuando un amigo enfermito en su cama te ve llegar aunque no puedas hacer mucho, cuando vas a conocer el bebé recién nacido de alguien.
Importa cuando mi mamá dice «No te estoy preguntando si quieres ir al cumpleaños de la abuela, te estoy diciendo que VAMOS» y nos lleva a todos.
Ni siquiera hace falta hablar, ni ser el alma de la fiesta.
Lo importante es estar presente.