Creo

Creo en la luz que veo en mis propios ojos cuando me siento bendecida por Dios.
Creo en mi conciencia que nunca se ha equivocado y siempre me grita con voz ahogada, desesperada cuando no la escucho.
Creo en el amor, aunque me siga dando coñazos.
Creo en la palabra firme de un hombre bueno y noble.
Creo en los que saben reconocer el momento justo de regalar una rosa o dejarse regalar un beso.
Creo en mí misma y en mis capacidades, en mi rigor para que todo se haga bien.
Creo en mi sobri Daniel, que es la pureza concentrada en un bebé. Una fuente de ternura que renueva los ánimos y le pone brillo a los días.
Creo en prohibir que un día se parezca a otro.
Creo en rezar antes de acostarse para dormirse arrullado desde arriba. Creo en mi propia religión donde soy la niña de Dios y le pido las cosas como quien se las pide a “papi”.
Creo en los períodos tristes, que son necesarios para que los alegres se fortalezcan y se mantengan en el tiempo.
Creo en mis amigos, que me ayudan en cualquier situación, cualquier día, a cualquier hora y me hacen simplemente feliz.
Creo en el amor de madre, infinito y entregado. Invaluable y precioso.
Creo en mi cámara fotográfica nueva que me ha dado una visión diferente del mundo.
Creo en la música, en la locura genial de Mozart y en los dedos atormentados de Chopin. En la pintura maravillosa de Leonardo o en una vena de piedra de Miguel Ángel.
Creo en Edith Piaf, con su “voix roulée” que tanto transmite y que no me canso jamás de escuchar.
Creo en la tecnología y sus maravillas aunque se vuelva adictiva. Creo en Facebook, el email y el msn que me han devuelto a muchos que creía perdidos.
Creo en las conversaciones de 16 horas donde el fastidio nunca aparece.
Creo en trabajar hasta la madrugada si eso equivale a dormir satisfecho la siguiente noche.
Creo en la poesía urbana, en el capítulo 7 de Rayuela, en Benedetti.
Creo en el olor a sexo, que le extrae el sentido primitivo a la vida.
Creo en los cambios, aunque a veces dormir sobre el colchón de lo conocido se sienta tan bien.
Creo en soñar y decretar que mis sueños se cumplen simplemente porque yo lo decido así.
Creo en mi propia ingenuidad que a veces me hace tropezar… pero me sigue dando la ventaja de atreverme.
Creo en el perfecto castellano, en un melodioso acento argentino, en un modismo maracucho y en un buen naguará barquisimetano.
Creo en la familia, en las navidades juntos.
Creo en el baile, en la risa, en los abrazos, en los besos y en las manos entrelazadas.

Y sobre todo, a pesar de los altos y los bajos, creo en la teoría que me hace levantarme todas las mañanas: que lo mejor de mi vida está aún por suceder.
Que así sea.

Plegaria

Hay tanto desorden aquí adentro que sinceramente no sé por donde empezar a recoger. Pero aquí estoy.
Habiendo olvidado un poco cómo se debe formular una oración, intento elevar una plegaria de la forma que más me gusta: escribiendo. Creo que a través de mis propias palabras, podré volver a entender que sigo siendo tu niña, que hay todavía amor y perdón en tus archivos para mí.

Ya sabes que no me gusta el método religioso, ya sabes que sentirme sometida a un manual de cómo quererte me hace alejarme. En cambio, la sencillez de tu compañía es un alivio.
Yo prefiero cantar una canción vieja, de aquellas que le daban color a los domingos. De aquellas que siguen diciendo que es más fuerte el amor que la falta del hijo pródigo; que hay que buscar dentro de sí sin exigirse tanto, que ahí estás… justo al frente.
Yo sigo agradeciendo tener comida en mi mesa, sigo llamándote Padre Nuestro antes de dormir y sigo creyendo que los rayos de sol entre las nubes vienen acompañados de tu presencia.
¿Es inmadura mi fe? Sí… y así me gusta.

Yo lo que quiero es poder hablar contigo y preguntarte mil cosas.
Si pudiéramos sentarnos los dos al borde de un muro alto, relajados con los pies colgando, te preguntaría cómo podría yo llenarme de una energía nueva que me haga vivir con más ahínco, con inspiración. Sería una energía extraña, pues daría entusiasmo y tranquilidad al mismo tiempo…

Yo lo que quiero es volver a sentirme protegida, no seguir pensando que soy yo sola contra el mundo. Yo quiero sentir esa paz de la que me habla mi madre y que no me termina de entrar en la cabeza. Yo quiero cerrar los ojos, respirar profundo y saber que todo va a estar bien.
Un poquito de consuelo, una palmadita en el hombro, un beso en la frente… eso es todo.

NO ME PROTEJAS!!!!!!

Yo he admitido que la mayoría de las veces cuando a uno no se le dan las cosas, más adelante descubre que eso fue lo mejor: que no se diera.
Pero hoy, precisamente HOY quiero ponerme malcriada y decirle a Dios: «Coño, pana, NO ME PROTEJAS, yo quiero meterme en ese enredo que he estado buscando desde hace tiempo».
No me digan ese consuelo pajúo de «Lo mejor es lo que pasa» o «Si no se dio es porque eso es lo que más te conviene…» ¿Y eso se supone que debe hacerme sentir mejor?
No sé si me va a ir bien o mal, no sé si voy a salir engañada, no sé si voy a terminar en quiebra total, no lo sé.
POR ESO quiero vivirlo, palparlo, sentirlo y si tengo que sufrirlo, pues que así sea!!!!

PD: Aunque pensándolo bien, Diosito, si ves que me va a caer una plaga egipcia, no me abandones…