Pero no, la angustia ha vuelto.
Como todos sabemos, ahora en Venezuela un litro de leche (ni hablar de la leche en polvo) se ha convertido en un cofre repleto de oro: difícil de conseguir y codiciado por todos.
Mi búsqueda comenzó, ingenuamente, en supermercados de renombre, en sitios bien iluminados y bonitos… pero la respuesta era siempre la misma: “¿Leche? Nuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu , aquí no hay eso”
Luego fui pal’ mercado de los chinos de la avenida y tampoco había nada. Ni siquiera un piche litro, nada.
Me puse de lo más diligente y recorrí panaderías, abastos, bodegas, taguaras, farmacias (nunca se sabe) y todo local comercial que pudiera tener leche… pero nada, cuando preguntaba por ella, la gente me miraba como si estuviera hablando en otro idioma.
Mi búsqueda también fue muy educativa, ya que aprendí que existe una cosa incomprensible llamada “Bebida preparada a base de leche” que sabrá Dios a qué carajo sabe y de qué material radioactivo está hecha. Encontré también una leche distinta, hecha con soya, pero luego de que mi mamá me escupió un café que le hice, decidí no comprarla más. Sabe a remedio vencido.
También me di cuenta de cuán amplio se ha vuelto el mercado lechero, con el surgimiento de un montón de marcas chapuceras que nadie en la vida había escuchado antes.
“María, ¿tú conoces esa Leche Culebrilla? Aquí dice que es envasada en el caserío Alpargatón. ¿Será que la compro?”
Ni de vaina, jamás se le ocurra a nadie comprar esas leches extraterrestres que están saliendo. Pueden terminar en terapia intensiva.
Alguien me dijo “Amiga, no te queda más opción que hacer la cola de Mercal… si quieres hacerte el Toddy de la noche y asegurarle el cafecito a tu mamá, no queda otra”
-“Coño, no puede ser. Yo con mi estilo fashion, mis lentes importados y mi reloj Swatch Irony ¿haciendo cola en Mercal?? No me jodas.”
Que me digan oligarca, no me importa. No voy a hacer cola en Mercal, dije ya.
En medio de la angustia de no tener cómo llevar un litro de leche a casa, recordé que uno de los muchachos de la panadería que está en la esquina, siempre ha tenido debilidad por mí… es decir, me lo tengo controlado, pues, modestia aparte.
Así que, como último recurso, me puse la blusa rosada que tiene el escote hasta el ombligo y a pleno mediodía me fui pa’ la panadería a cumplir mi misión.
“Ya es hora de que estas tetas operadas sirvan pa’ algo”- me dije antes de entrar…
Continúa en Papi, dame leche (2a. Parte)